10 ago 2012

Y AHORA SÍ QUE SÍ, DE VERDAD DE LA BUENA... ¡¡¡LA MATERNIDAD!!!

Mathiew, con el pantalón rosa, mostrando las instalaciones.
Por fin, el pasado mes de mayo inauguramos la maternidad. Hemos pasado semanas de mucho trabajo, de estrés y de malabares presupuestarios, pero todo ha salido bien. Mucho mejor de lo que esperábamos. La inauguración fue muy bonita, y contamos con la asistencia de varias asociaciones y autoridades locales, así como de distintas iglesias.

He hablado en varias ocasiones sobre este proyecto, y es que supone un antes y un después para el HEK. Estas nuevas instalaciones se encuentran dentro del propio hospital, y no en un ala anexa como hasta ahora. El servicio que ofrecemos podrá será mucho mejor con el cambio, con equipamiento más moderno y una organización mucho mejor.

El paritorio, básico pero funcional.
Para que os hagáis una idea, hablamos de una maternidad que proporciona una media mensual de 140 consultas prenatales, 31 partos y 160 vacunaciones infantiles. A partir de ahora, estas atenciones se prestarán de una manera mucho más cómoda y accesible tanto para los pacientes como para el personal.

He tardado en escribir esta entrada por varios motivos, siendo uno de ellos la enorme dificultad que supone para mí para expresar lo feliz que estoy de haber formado parte de este proyecto. La implicación de todo el personal ha sido increíble, el día de la inauguración se veían sonrisas por todas  partes, se respiraba el orgullo y la felicidad en el ambiente. Mathiew, enfermero responsable de la maternidad se paseaba sacando pecho por el hospital. Amparo Nkomy, directora del centro, correteaba nerviosa por los pasillos. Y yo, la verdad, no sabía dónde meterme.

Después de la inauguración ofrecimos un pequeño aperitivo.
En fin, sigo sin saber muy bien cómo escribir sobre lo que siente uno en momentos como éstos. La admiración y respeto que siento hacia mis compañeros de trabajo no se puede describir con palabras. Disculpad por la escasez de texto y el exceso de imágenes, pero es lo que hay.


Muchísimas gracias a todas las personas que se han implicado en esta obra, sobre todo a las que sufren el acoso de voluntarios que llegan con cientos de ideas para revolucionar el hospital.









14 jul 2012

EL OPIO DEL PUEBLO...

El último par de meses ha estado plagado de eventos. Hemos visto a Nadal ganar Roland Garros y caer en la segunda ronda de Wimbledon, emocionantes carreras de Fórmula 1 en un campeonato que se presenta igualado y, cómo no, hemos disfrutado con la brillante defensa del título de campeones de Europa de fútbol a cargo de la selección española.

No voy a perder el tiempo con detalles de cómo celebré cada uno de los cuatro goles ante Italia, ni la emoción de ganar la semifinal en la tanda de penaltis. No es de esto sobre lo que quier hablar.

Lo que hoy me invita a escribir es una tendencia que cada vez me parece más absurda. Y es que estoy harto de tantos "antifútbol". Vale que es el opio del pueblo, vale que hay problemas muy graves hoy en día, vale que las asistencias de Xavi Hernández no nos van a sacar de la crisis. ¿Y qué? ¿No es también Almodóvar el opio del pueblo? ¿Acaso salimos de la crisis viendo pelis de Ken Loach y leyendo a Saramago?

De un tiempo a esta parte parece que hay toda una legión de intelectuales que se creen muy inteligentes por el mero hecho de que no les gusta el fútbol. Sólo por eso son más listos y están en situación de darte lecciones de responsabilidad social y política.

Y por ahí es por donde no paso. Resulta que un salvapatrias escribe desde su casa, cuelga convocatorias de manifestaciones por Facebook o envía campañas de firmas por Actuable u otras plataformas similares y ya se cree con derecho a dar lecciones a los borregos que gozamos de lo lindo con los goles de Silva, Alba, Torres y Mata.

Un día llegas a casa del hospital por la tarde, esa noche ha habido un fallecimiento de un niño de siete años por una enfermedad que en España sería perfectamente tratable. Lo primero que has hecho por la mañana ha sido darle un abrazo a la doctora, voluntaria también, que ha visto morir a ese niño entre sus manos y se te echa a llorar ante la impotencia que siente a la hora de practicar su profesión en determinadas condiciones. La jornada ha seguido su curso, has estado pidiendo medicamentos a los proveedores, haciendo encaje de bolillos con las cuentas, tratando de ayudar a que el centro siga adelante. Y al llegar a casa lo que te apetece es escucharte el carrusel deportivo de la tarde de Champions o, si se cuadra, encontrar un bar donde ver los partidos del día.

Y todavía tienes que aguantar lecciones de responsabilidad social por parte de salvapatrias de medio pelo que se creen con derecho a mirarte por encima del hombro. De verdad, a todas esas personas, veníos a África, estáis invitadísimas. Venid a disfrutar de los muchos buenos momentos, pero también a compartir con nosotros los más duros. Pasad una pequeña malaria o unas fiebres causadas por innumerables picaduras de mosquitos, compartid mesa con gente que sólo disfruta de una comida al día. Escuchad las dificultades de una madre soltera de 22 años que estudia y trabaja mientras se hace cargo de sus dos hijos, sed testigos de las lágrimas de frustración de algunas personas.

Disfrutad con nosotros también la enorme satisfacción de tener terminada la nueva maternidad del hospital, donde se podrá tratar a muchísimas mujeres en mejores condiciones. Fundíos en un abrazo con una mujer que llegó a nuestro centro gritando ante los dolores de un parto sumamente complicado, tras horas tratando de dar a luz en casa, sabiendo que su bebé estaba muerto y temiendo por su propia vida; pero que 48 horas después recibía el alta totalmente recuperada.

Estrechadle la mano a Djibril, feliz porque viene a recoger a su mujer y su tercer hijo recién nacido para llevárselos a casa. Ved la enorme sonrisa de Ndille, nuestro médico jefe, cuando sale del quirófano tras una operación que ha presentado complicaciones, pero en la que al final todo ha salido bien.

Después, sólo después, podréis venir a dar lecciones de responsabilidad social. Pero yo seguiré disfrutando del placer de ver un partido de fútbol con una cerveza. Llamadme borrego si queréis.


UNA DE TÓPICOS

Así, con la tontería, llevo la de Dios sin entrar en el blog. Lo tengo abandonadísimo por diversos motivos. He pasado un par de semanas bastante enfermo, con fiebre y bajo los atentos cuidados de Nuria y Jordi, de InsolÀfrica. También he decidido dejar de escribir entradas sobre los voluntarios que por aquí pasan, ya que al fin y al cabo somos los menos importantes del hospital, no dejamos de ser figuras totalmente prescindibles.

Por aquí venimos muchas personas, unas se quedan un mes, otras, como yo, cerca de un año; pero al fin y al cabo todos nos volvemos a casa con una medallita, mientras que aquí hay un equipo humano que se queda de manera indefinida y sin recibir aplausos en ningún momento. Es más, cada dos por tres ven llegar blanquitos con muchas ideas y con muchas ganas de cambiar protocolos y de decirle a todo el mundo cómo tienen que hacer su trabajo. Y esta gente aguanta con una paciencia que ni el Santo Job. Saben que, cuando se vayan estos voluntarios, ellos seguirán haciendo su trabajo como consideren oportuno.

Pero hoy, en realidad, no quería hablar sobre esto, sino sobre varios tópicos que se oyen sobre África y otras regiones en vías de desarrollo. Son frases que suenan como sentencias lapidarias, y en realidad pueden hacer mucho daño, ya que proyectan una imagen totalmente errónea sobre la realidad que vivimos algunas personas.

"EN ÁFRICA, LA GENTE ES POBRE, PERO SON MUCHO MÁS FELICES QUE NOSOTROS".

No quiero citar de nuevo al filósofo madrileño al que hice referencia en mi subida al Monte Camerún, pero es que me dan ganas. No sé si este concepto tan extendido responde a la necesidad de quitarnos cierto sentimiento de culpabilidad al ver las diferencias sociales entre las distintas regiones del mundo. "Pobres negritos, no tienen nada, pero qué felices son en realidad". Puede que creer esto nos haga sentir mejor, en paz con nuestras conciencias, pero es una gran mentira.

La pobreza y la falta de salidas se vive con muchísima frustración. Incluso en Camerún, donde la situación no es comparable con otros países más pobres, la impotencia ante la imposibilidad de salir adelante genera una abrumadora insatisfacción. Los europeos que vivimos aquí, aunque no seamos privilegiados en nuestros países, tenemos todo tipo de comodidades a nuestro alcance. Aquí he conocido ya a unas cuantas personas que tienen hernias u otras enfermedades y esperan a operarse "cuando tengan dinero", es decir, a saber cuándo. Si la hernia está estrangulada y supone un riesgo grave para la salud, solemos operar gratis o con facilidades de pago en nuestro hospital, pero si no se da ese caso, la intervención espera hasta que el paciente pueda pagárselo. Me podrán decir que en España también tenemos eternas listas de espera, pero la diferencia es que nosotros sabemos que nos van a operar, aunque la espera se pueda hacer eterna. Aquí, en cambio, nunca se sabe si el dinero va a llegar en algún momento, o si va a haber un especialista disponible.

La necesidad genera frustración, ansiedad, depresión... lo cual me lleva al segundo tópico.

"EN LOS PAÍSES EN DESARROLLO NO HAY ANSIEDAD NI TRASTORNOS DEPRESIVOS, ESO ES COSA DEL PRIMER MUNDO".

En África, igual que en cualquier otra región del mundo, hay depresiones y ansiedades. Lo que no hay es diagnóstico. Si vives al día, como es bastante común aquí, y no dispones de ahorros, cualquier imprevisto que se te presente supone una gran dificultad. Hacer frente a los gastos derivados de un tratamiento médico, de los estudios de tus hijos, de compra de herramientas de trabajo u otras circunstancias puede implicar que una persona se vea obligada a no comer un día. Así de simple. Así de crudo. ¿De verdad nos pensamos que estas personas no sufren ansiedad ni depresión?

El problema radica en que aquí, que yo sepa, no hay psicólogos ni psiquiatras. Si tienes algún tipo de problema de tipo psicológico, nadie va a darte unos ansiolíticos, ni a recomendarte que te cojas unos días libres para relajarte. Ni te van a firmar dos semanas de baja para que descanses en un balneario.

Pero además de la falta de diagnóstico y tratamiento, hay otro problema. Y es la estigmatización. La depresión es síntoma de inseguridad y, por consiguiente, de debilidad. Si te sientes deprimido no puedes admitirlo ni buscar ayuda, sobre todo si eres hombre, porque eso es "cosa de blancos". Y nadie quiere que le señalen con el dedo.

Quizás me equivoque, pero este concepto que a veces tenemos también creo que responde a nuestra necesidad de sentirnos menos culpables respecto al orden mundial. "Los pobres son muy pobres, pero al menos son felices y no sufren las complicaciones de la vida rica".

Podemos lavar la realidad si queremos, pero al fin y al cabo una persona que no llega, ya no a final de mes, sino a final de semana, que no sabe cómo ni cuando va a dar de comer a su familia ni si podrá tratarse sus enfermedades en algún momento, sufre todo tiempo de ansiedades y frustraciones. Si pierdes a un hijo adolescente por una enfermedad que nadie ha podido diagnosticar a tiempo lloras y te deprimes, como en cualquier otra parte del mundo.

"EN ÁFRICA LA VIDA NO VALE NADA".

No quiero extenderme demasiado con esta frasecita porque me hierve la sangre. Cada vez que se la oigo a alguien me dan ganas de liarme a hostias hasta quedarme solo. ¿Quién pude ser tan miserable como para afirmar esta salvajada? La vida en África vale lo mismo que en cualquier otra parte del mundo. Ni más ni menos; exactamente lo mismo.

Otra cosa es que aquí se asuma la muerte de otra manera, como algo más habitual y, por desgracia, en ocasiones prematuro que en Europa u otras regiones del mundo más desarrolladas. Pero eso no quiere decir que le gente no llore a sus muertos, ni que sufran al perder un hijo de lo que el curandero ha llamado "enfermedad mística", sobre todo cuando en el hospital se les confirma que era una enfermedad tratable o que, por lo menos, el fallecido podría haber tenido una muerte mucho menos dolorosa.

He visto muchas reacciones ante la muerte desde que estoy aquí, pero ninguna de ellas ha sido la indiferencia. La más común, en mi breve experiencia, ha sido una especie de indignación, rabia y frustración contenidas. Porque la gente no es tonta, y saben que con más medios muchos de los fallecimientos que aquí se sufren serían evitables. Y reaccionan así porque valoran mucho la vida, muchísimo, y se aferran a ella como a un clavo ardiendo. Y perder un familiar es una tragedia. Como en todas partes.

8 may 2012

MADAME LA DOCTEUR

Hace unos días despedimos a otra voluntaria, Verónica, una doctora con mucha experiencia en urgencias que ha venido a hacer de todo. Han sido dos meses en los que no ha dejado de pensar en el trabajo en un solo momento. Al llegar a casa se ponía a estudiar las enfermedades que se iba encontrando, nunca se le iban sus pacientes de la cabeza. Ha hecho guardias y atendido a pacientes excediendo con mucho sus responsabilidades. Y todo con una sonrisa en la cara.
Vero en sus primeros días en la consulta.

A veces no nos damos cuenta de lo difícil que es ayudar y recibir ayuda sin que ninguna de las partes implicadas se sienta incómoda. Está el que, presa del orgullo, rechaza opiniones ajenas. O los que dan consejo sin darse cuenta de que están trabajando en un entorno muy diferente al suyo. En ese toma y daca, ese ten con ten, Vero ha sido toda una maestra. Ha tenido una mano izquierda admirable, guardaba un cuidado extremo en no herir sensibilidades, en respetar los criterios del personal sanitario local. Se daba cuenta de algo esencial, y es que los voluntarios vamos y venimos, pero hay gente en este hospital que se queda de manera indefinida, y por ello deben ser casi siempre prioritarios.

La cooperación internacional está plagada de historias de actitudes paternalistas y condescendientes por parte de personal expatriado, es un tema muy serio con el que hay que ir con pies de plomo. Envidio a ciertas personas que, como Verónica, superan esta barrera con una facilidad envidiable, consiguiendo que todo el mundo le ponga buena cara y se sientan privilegiados por trabajar a su lado. 

Esta semana, en mi paseo de vuelta a casa me encontraba raro, no estaba Madame la docteur a mi lado contándome sus dificultades, ni hablándome de "sus niños". Ese rato formaba parte de nuestra rutina diaria, una hora de camino tragando polvo y hablando de las dificultades de nuestro trabajo, de los calores y los mosquitos, de cómo echamos de menos a nuestra gente... Han sido demasiados momentos en tan poco tiempo.

Su apoyo ha sido incondicional, y su compañía alegraba el día a todo el hospital. La recordaremos saltándose un ceda el paso y disculpándose con un "excusez moi, le blanc!", respondiendo "j'arrive" a un chuzo con ganas de ligar o cayéndose de culo por el Monte Camerún con una elegancia que ni Isabel Preysler..

Verónica ha vivido momentos muy duros en Kribi, ha perdido pacientes de muy corta edad, se ha enfrentado a situaciones extremas ante enfermedades que en su hospital no siempre habrían sido tan problemáticas. Pero ha aguantado como una campeona, y encima tiene el valor de plantearse un regreso.

Desde que se fue, raro es el día que no me preguntan por ella los compañeros de trabajo, y siempre se oye un "Elle nous manque" cuando surge su nombre en la conversación. Ahora está encantada en casa, con su gente, su trabajo que tanto le gusta y con la compañía que tanto ha echado de menos desde Kribi. 
De vuelta el último día de Verónica en el hospital.

Los que nos quedamos sólo podemos desear su regreso. Y es que cuando uno emigra echa de menos a su gente, pero en realidad sabes que tarde o temprano volverás a estar con tus amigos de toda la vida, por eso esas despedidas duelen menos.

Sin embargo, están estas otras despedidas, que son las que más te pican. Dices adiós a una persona que quedará siempre en tu recuerdo, que te ha aportado muchísimo, y que puede que no vuelvas a ver en mucho tiempo. Es lo peor de tantos viajes y tantas vueltas. Conoces a mucha gente, sí, y eso está muy bien. Pero también te despides de personas a las que sabes que vas a echar en falta.

Tenemos pendientes unas cañas en Madrid, unas rabas en Santander y unas papas arrugás en Lanzarote, pero uno nunca sabe cuándo va a llegar eso. Mientras tanto, el personal del HEK echará de menos a Verónica, una grandísima doctora y una estupendérrima amiga. Hoy mismo, una paciente que volvía para hacerse unas curas me preguntaba por la doctora y me pedía agradecida que le mandara un abrazo si hablaba con ella. Pues ahí va ese abrazo, y haz el favor de volver pronto, que nos darás una alegría a todos.


MONTE CAMERÚN

Así, sin darme cuenta, llevo varias semanas sin escribir nada por aquí. Y hay mucho que contar, y todo bueno. 

Vamos por partes. Empiezo por la excursión al Monte Camerún. Lo de "monte" no sé de dónde lo han sacado, porque estamos hablando de una montaña de tres pares. Uno se espera encontrarse con un largo paseo, de esos que te dejan las piernas doloridas. Más o menos como puede ser la ruta del Cares o alguna similar por Picos de Europa o Pirineos. Pues como dijo el filósofo madrileño, "y una polla como un cuello". 

Empezando por las cuestiones más prácticas, decir que se sube al montecito de marras desde Buea, ciudad a la que se llega en coche o bus desde el Rond Point Deido de Douala. El precio del trayecto oscila entre 1.300 y 2.500 FCFA. Una vez llegas a Buea, lo mejor es cogerse otro taxi hasta la oficina de Eco Tourism, cuesta 200 FCFA, menos de 50 céntimos de euro, y te ahorras una caminata de más de una hora cuesta arriba. 

El servicio en las oficinas es bastante bueno, y te ofrecen opciones de acuerdo con tu presupuesto. Nosotros pagamos entre dos personas 55.000 FCFA (unos 80 €) por la entrada al parque, servicio de guía y porteador, y alquiler de saco, esterilla y bastones. El uso de guía es obligatorio, y yo no recomendaría a nadie subir sólo, ya que el recorrido se hace duro en algunos ratos y el camino no es del todo fácil. El día antes de salir vas al mercado con alguien de la organización y te recomiendan qué comida comprar para los dos días que te quedan por delante, y ahí, aunque te parezca que compran mucha comida, decid que sí a todo, que la caminata abre el hambre que da gusto. Por favor, no hagáis como nosotros y desayunad fuerte.

La vista era bonita, qué pena de nubes.
 El recorrido se divide en varios tramos separados por una serie de refugios. Hasta el primero de ellos, todo transcurre como una ruta por la selva, dura a tramos pero tampoco salvaje. Esta parte nos llevó unas dos horas. Al llegar a la cabaña te encuentras con unas simpáticas avispas y un grupo de evangelistas africanos que rezan en un trance que da tanto miedo como risa.

Luego quedan otras cuatro horas de marcha, con una parada entre medias. Estos dos tramos siguientes son lo más duro de toda la montaña. Un recorrido encrespado, con arena volcánica bastante resbaladiza. Sólo puedo decir que sufrí bastante, llegando a pararme cada diez pasos para apoyarme en el bastón. No voy a ir de gallito diciendo que no fue para tanto, lo pasé fatal. Hubo momentos en los que pensé en darme la vuelta, me sentí como un auténtico imbécil por haberme metido en este berenjenal. 

Así llegue al campamento II, con esta cara de susto.
Verónica, la doctora sobre la que versará la próxima entrada, me maldijo varias veces por haberla convencido para subir conmigo. De verdad, no estamos hablando de seis horas de monte de las que dejan agujetas, sino de una ruta bastante matadora, con tramos muy, pero que muy duros.

En todo momento agradeces enormemente la presencia del guía y del porteador, ya que las autoridades obligan a llevar tres litros de agua por persona y día, es decir, que si vas sólo cargas con un mínimo de seis kilos más la comida de dos días.

En nuestro caso, contamos con Daniel, un guía muy majete y profesional que conocía muy bien la montaña. El tío se la sube dos veces por semana, algo que a mí me parece sobrehumano.

La Vero y yo, con la necedad que caracteriza a los blancos, pensamos que podríamos llegar a la cima, pero aquí es donde volvemos a citar al filósofo madrileño. A mitad de camino vimos claro que lo mejor era quedarse en el segundo refugio, como nos habían recomendado. La mejor opción es pasar tres días en el monte. En el primero llegas hasta la segunda cabaña, al día siguiente haces cima y empiezas a bajar por la otra cara y pasas una segunda noche a mitad del descenso.

Resumiendo, después de pasar la noche en un refugio acompañados por un ratón y un finlandés un tanto peculiar, desayunamos un pollo al curry con pasta y volvimos a Buea. El descenso es probablemente más duro que la subida. Sólo hay una ventaja, que en ningún momento te planteas lo de darte la vuelta. Es obvio que no vas a quedarte a vivir ahí arriba, sería bastante absurdo, así que sigues bajando.

Vero con Daniel, nuestro guía.
 Y llegas con unos andares que ni Fraga en sus peores tiempos. Y tu compañera de viaje se parte de risa de ti, que no contigo. Y te duele hasta el alma. Y te ves harto de caminar. Y te duele. Y te sale una ampolla en la mano de apoyarte en el bastón. Y te duele. Y no ves el final del camino. Y te duele. Y tu compañera de viaje roza el coma de la risa. Y te duele hasta el alma.

Pero de repente llegas a las oficinas de Eco Turismo, te comes dos plátanos y te duchas con un cubo de agua fría. Y después de la ducha te das cuenta de que ahí estás, en pelotas, achicando agua con una racleta de goma para que se vaya toda por un desagüe que da directamente a la calle. Y lo mejor de todo es que te encuentras más a gusto que el copón bendito, no te sientes nada extraño a pesar de vivir una situación tan peculiar en un pueblo perdido en una montaña africana.

En noviembre volvemos, cuando pasen las lluvias.

Luego, después de un buen rato, llegas a Douala y te tomas una cervecita con Nuria, Teia y Jordi, amigos de Insol Àfrica, una ONGD que inicia en breve una escuela de enfermería en Kribi. Y eres tan imbécil que empiezas a planear el regreso con el tal Jordi. Pero esta vez tres días, para hacer la ruta completa.

¿Cómo era eso de tropezar dos veces con la misma piedra?






Por cierto, no puedo dejar de lado lo mejor de la excursión. Cuando estábamos a punto de llegar al refugio nos encontramos con dos evangelistas que subián equipados tan sólo con una biblia. Una vez arriba estuvieron rezando a gritos durante un rato. Cuando acabaron nos pidieron permiso para rezar por nosotros, y quién se lo iba a denegar. ¡CERRAD LOS OJOS PARA ROGAR AL SEÑOR! Agachamos la cabeza para que pasara rápido. Gritaron un rato por nosotros, rogaron para que tuviéramos un descenso seguro y se fueron con nuestras galletas de chocolate. Suponemos que llegaron a Buea sanos y salvos, porque al día siguiente no les vimos derrengados por la montaña.









6 abr 2012

LE BLANC!


Hace unas semanas escribía en este blog que al pasearme por la calle me sentía como uno más, que no destacaba. Empiezo a pensar que eso no era más que un espejismo, Kribi me engañó vilmente en mis primeros días de estancia.

Hay que decirlo, de un tiempo a esta parte, cada vez que salgo a la calle me saludan completos desconocidos, “Bonsoir, le blanc!”, me dicen. A veces yo contesto con un cortés “Bonsoir, le noir”, algo que por ahora no le ha sentado mal a nadie. El número de saludos varía en función de la compañía. Si voy con alguna amiga europea, la efusividad suele ser mayor, no sé qué pasa pero de repente la gente se vuelve mucho más hospitalaria y afectuosa cuando vas con una mujer atractiva a tu lado.

Si salimos de Kribi a, por ejemplo, Yaoundé, el acoso y derribo es ya rutina, aunque siempre sin llegar a los extremos que he vivido en otros países. Eh, le blanc, tu te promènes avec deux femmes! C’est pas trop pour toi?

Así que he decidido que cuando vuelva a España me pasearé por la calle saludando a la gente que me encuentre a mi paso. “Ahí estamos, chinorri”, “¡Ese gitano bueno!”, “Aúpa el negro”… Total, si a mí me paran por la calle y en los bares, me hablan maravillas de sus familiares en edad casadera y hacen todo lo posible para que les invite a una cerveza, llegando a sentirse ofendidos cuando les digo que se busquen la vida, ¿por qué no voy a hacer lo mismo yo con un japonés en Santander?

Lo sé, alguno pensará que es lógico que la gente piense que los europeos nadamos en la ambulancia, que atamos a los perros con longanizas. Pero mi realidad es que carezco de ingresos, no tengo un clavel, pero tampoco me parece bien echarle en cara a nadie que trabajo como voluntario, ya que como he dicho varias veces, estamos aquí porque nos da la gana, porque nos apetece y porque nos llena este tipo de trabajo. No gano un sueldo, pero sí muchas otras cosas. Así que antes de explicar que mis escasos ahorros no me dan para ir de espléndido blanco por África, prefiero resumir mi postura con un breve y lacónico “no”.

A todo esto, como es de común conocimiento, los japoneses llevan muchas cámaras de fotos, los gitanos van cargados de joyas, y los negros no salen de casa sin sus armas ni su ropa de marca. Y todo eso vale una pasta, así que si eres japo, negro o gitano estás forrado. Por esta simple, certera y fiable regla de tres, tengo todo el derecho a reclamar copas, comidas y todo tipo de regalos.

Conclusión, si te apellidas Kirayami, Ndogo o Heredia me debes un cubata.

NUEVOS OBJETIVOS


Ayer vinieron dos franceses al hospital, hecho que me llevó a plantearme un nuevo objetivo para mi estancia en Camerún. Lo siento, pero la comunicación con estos blancos es demasiado difícil, se han olvidado de cómo se habla su propio idioma.
Antes de que me vaya debo tener trazado un plan de conquista de las Galias, llevado a cabo por una alianza de fuerzas camerunesas y canadienses. Su misión consistirá en enseñar francés a la población autóctona, hacerles ver que se puede hablar marcando una ligera pausa entre las palabras.

Estos salvajes juegan muy bien al rugby, pero no saben hablar, por eso nos vemos obligados a emprender esta misión. Las generaciones venideras apreciarán nuestros esfuerzos y verán cómo el proyecto Pausas Entre las Palabras Sin Fronteras (PEPSF) sienta las bases de una nueva mentalidad para los galos. Se nos recordará como los salvadores de la comunicación entre francófonos, seremos los próceres de la nueva nación PEPSFariana, cuya capital política estará la Briqueterie de Yaoundé.



Vive la PEPSFarie! Liberté, Egalité, Fraternité et Pausalité entre les môts!