Hace unas semanas escribía en
este blog que al pasearme por la calle me sentía como uno más, que no
destacaba. Empiezo a pensar que eso no era más que un espejismo, Kribi me
engañó vilmente en mis primeros días de estancia.
Hay que decirlo, de un tiempo a
esta parte, cada vez que salgo a la calle me saludan completos desconocidos, “Bonsoir, le blanc!”, me dicen. A veces
yo contesto con un cortés “Bonsoir, le
noir”, algo que por ahora no le ha sentado mal a nadie. El número de
saludos varía en función de la compañía. Si voy con alguna amiga europea, la
efusividad suele ser mayor, no sé qué pasa pero de repente la gente se vuelve
mucho más hospitalaria y afectuosa cuando vas con una mujer atractiva a tu
lado.
Si salimos de Kribi a, por
ejemplo, Yaoundé, el acoso y derribo es ya rutina, aunque siempre sin llegar a
los extremos que he vivido en otros países. “Eh, le blanc, tu te promènes
avec deux femmes! C’est pas trop pour toi? ”
Así que he decidido que cuando
vuelva a España me pasearé por la calle saludando a la gente que me encuentre a
mi paso. “Ahí estamos, chinorri”, “¡Ese gitano bueno!”, “Aúpa el negro”… Total,
si a mí me paran por la calle y en los bares, me hablan maravillas de sus
familiares en edad casadera y hacen todo lo posible para que les invite a una
cerveza, llegando a sentirse ofendidos cuando les digo que se busquen la vida,
¿por qué no voy a hacer lo mismo yo con un japonés en Santander?
Lo sé, alguno pensará que es
lógico que la gente piense que los europeos nadamos en la ambulancia, que
atamos a los perros con longanizas. Pero mi realidad es que carezco de
ingresos, no tengo un clavel, pero tampoco me parece bien echarle en cara a
nadie que trabajo como voluntario, ya que como he dicho varias veces, estamos
aquí porque nos da la gana, porque nos apetece y porque nos llena este tipo de
trabajo. No gano un sueldo, pero sí muchas otras cosas. Así que antes de
explicar que mis escasos ahorros no me dan para ir de espléndido blanco por
África, prefiero resumir mi postura con un breve y lacónico “no”.
A todo esto, como es de común
conocimiento, los japoneses llevan muchas cámaras de fotos, los gitanos van
cargados de joyas, y los negros no salen de casa sin sus armas ni su ropa de
marca. Y todo eso vale una pasta, así que si eres japo, negro o gitano estás
forrado. Por esta simple, certera y fiable regla de tres, tengo todo el derecho
a reclamar copas, comidas y todo tipo de regalos.